1949 - 2019

20 de Noviembre | Día de la Soberanía Nacional

El Día de la Soberanía Nacional se celebra anualmente el 20 de noviembre, ​ en conmemoración de la Batalla de la Vuelta de Obligado, librada el 20 de noviembre de 1845. La confederación se encontraba gobernada por Juan Manuel de Rosas, quien al mismo tiempo ejercía como gobernador de la provincia de Buenos Aires.

Esta conmemoración fue propuesta, junto con la repatriación de los restos de Rosas, por el historiador José María Rosa en 1974 y aprobada por el Congreso de la Nación el mismo año. Años más tarde, el 3 de noviembre de 2010, año del Bicentenario de Argentina, fue promovida a feriad nacional mediante un Decreto de Necesidad y Urgencia por la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

En el año 2015, fue trasladado al viernes 27 de noviembre; ya que originalmente era el lunes 23, pero para que el fin de semana largo que lo incluía no interfiriera en el balotaje, se resolvió moverlo. Desde entonces pertenece al grupo de los feriados trasladables en Argentina

 

Un poco de historia:

Un anciano almirante Bartholome James Sullivan, que había combatido en Obligado como capitán se presentó un día de 1883 en el consulado argentino en Londres. Deseaba devolver una bandera argentina que había tomado ese día. Aseguró que lo hacía como un homenaje y con admiración por el coraje demostrado por los defensores.

A mediados de marzo de 1997, el presidente Jacques Chirac visitó nuestro país con el propósito de afianzar el intercambio comercial entre ambos países. En el último día de su visita, en un acto en la residencia de Olivos, devolvió al país una bandera argentina, que tenía en su centro una estrella federal, que había sido capturada en la misma acción. De la ceremonia participaron Granaderos, Patricios y los famosos Colorados del Monte, que le obsequiaron al mandatario francés un cinto pampa.

Sin embargo, existen más banderas argentinas capturadas, por lo menos en Francia.

El combate

Entre 1845 y 1850 una escuadra anglo-francesa bloqueó el Río de la Plata –los franceses habían realizado un primer bloqueo entre 1838 y 1840- impidiendo el paso de los barcos hacia Buenos Aires o a los puertos de la Confederación, con excepción de Montevideo.

Los europeos argumentaban que la existencia del Uruguay estaba amenazada por el sitio que sufría. En realidad estaban siendo afectados sus intereses comerciales que además ya tenían en mente navegar los ríos interiores de nuestro país para comerciar, algo que el gobernador Juan Manuel de Rosas, a cargo de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina, impedía.

Todo estallaría el 20 de noviembre de 1845 cuando la flota anglo-francesa pretendió forzar el paso navegando por el río Paraná. Habían partido de Montevideo el 17, y del imponente convoy de modernos buques de guerra, algunos a vela y otros a vapor, fuertemente artillados, iban 92 buques mercantes con un importante cargamento para comerciar.

La defensa estuvo a cargo del general Lucio Mansilla. Atravesó el río, a la altura del Paso del Tonelero, con 24 barcazas que estaban unidas entre sí por tres gruesas cadenas de hierro. De un extremo, las cadenas estaban amarradas al bergantín Republicano, apoyado por otras dos embarcaciones.

De la costa bonaerense, se habían colocado cuatro baterías, compuestas por viejos cañones, algunos de ellos de corto alcance, apoyadas por alrededor de 500 soldados de infantería. Otros tantos eran de caballería e infantes de marina. Sobre una de las costas, 10 pequeñas barcazas incendiarias estaban listas para ser lanzadas río abajo contra la flota enemiga.

El recodo que hacía el río obligó a la flota -que había avistado las cadenas-a detenerse. Algunos barcos, por precaución, anclaron alejados de las baterías argentinas. En la mañana del 20 los enemigos iniciaron el ataque contra las defensas, con sus poderosos cañones que disparaban proyectiles explosivos, mientras otros barcos se dirigían hacia las cadenas para cortarlas.

Mansilla, temprano, había arengado a sus tropas: “¡Vedlos, camaradas, allí los tenéis! Considerad el tamaño del insulto que vienen haciendo a la soberanía de nuestra república, sin más título que la fuerza con que se creen poderosos!”

El intercambio de disparos de artillería fue muy intenso. Algunos barcos debieron alejarse por estar demasiado averiados. Cuando el Republicano agotó sus municiones, su capitán decidió volarlo.

Al mediodía, las cadenas aún no habían sido cortadas. Un barco a vapor intentó arrastrarlas sin éxito, hasta que de una balsa un grupo de ingleses con un martillo y un yunque las rompieron.

Mientras tanto, las baterías eran destruidas por el fuego enemigo. A las tres de la tarde, las fuerzas argentinas habían agotado las municiones. Entonces, desembarcaron 325 infantes de marina que fueron rechazados por los argentinos, a punta de bayoneta y a arma blanca.

En esa acción, cayó herido el propio Mansilla. Los infantes debieron retroceder, pero de una nave francesa desembarcaron más fusileros y los defensores comprendieron que nada más podían hacer. Quedaron en el campo 250 argentinos muertos y 400 heridos, mientras que los atacantes sufrieron 26 muertos y 86 heridos.

Los buques debieron permanecer más de un mes en el lugar para ser reparados por el importante daño que habían sufrido.

Luego de muchas idas y vueltas diplomáticas, se firmó un tratado mediante el cual los ingleses reconocían la soberanía argentina sobre sus ríos interiores y su derecho a solucionar sus problemas con el Uruguay sin la intervención extranjera. Francia demoró en acordar, pero finalmente lo hizo.

Hasta los opositores a Juan Manuel de Rosas reconocieron y alabaron dicha acción. José de San Martín, desde su exilio de Gran Bourg, había tomado casi como una afrenta personal el bloqueo al Río de la Plata, que lo llevaría a decir “que los argentinos no somos empanadas que se comen con el solo abrir de boca”. En su testamento, le legaría el sable corvo a Juan Manuel de Rosas por la defensa de la soberanía ante el bloqueo.

Una bandera en París

El Hotel de Inválidos es una construcción monumental, construida por orden del rey Luis XIV en 1670 para alojar a heridos de guerra y a veteranos que no tenían ni hogar ni familia. Es una edificio de 196 metros de largo, que se alza imponente en la ciudad de París. Desde 1905, se convirtió en museo y es uno de los más importantes del mundo en lo que a historia militar se refiere.

En ese imponente conglomerado, se encuentra la Iglesia de San Luis. Su construcción se inició en 1677 y si se demoró en erigirla fue por la especial dedicación que el monarca francés le dedicó. En su cripta descansan, desde 1840, los restos de Napoleón Bonaparte y de algunos generales que hicieron historia en Francia.

En la nave central de la iglesia cuelgan distintas banderas y estandartes. Sobre el lado izquierdo, con el número 32, hay una bandera argentina, que los franceses capturaron en la histórica jornada de Obligado. Mudo testigo de semejante acontecimiento, pueden apreciarse los agujeros producidos por la metralla.

¿Si hubo otras? Más allá de la que devolvió Chirac, Infobae no pudo confirmar la versión de que existe otra bandera que habría sido tomada como souvenir por un soldado alemán durante la Segunda Guerra Mundial y una última que habría terminado desintegrándose por su deterioro.

A lo largo de los años, sucesivas excavaciones en el lugar de la batalla, dejaron al descubierto miles de objetos, como parte de las cadenas, proyectiles y hasta restos del bergantín Republicano. Esos objetos pueden contemplarse en el museo local. Como homenaje, el 20 de noviembre es el Día de la Soberanía Nacional.

La bandera que aún resta recuperar es la que se exhibe en la Iglesia de San Luis, silencioso testigo de que “los argentinos no somos empanadas que se comen con el solo abrir de boca”, como había escrito San Martín.

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